martes, 7 de enero de 2014

.:. Ataduras III .:.

Los días siguientes a la fiesta en donde, en total secreto, el señor Sierra me entregó el sobre con la pequeña llave de plata, recorrí toda la mansión buscando alguna cerradura oculta, pero en ningún lugar encontré cerrojo que no pudiera abrir sin mi juego de llaves común; sin embargo, la sensación de ser observado que presentía cuando trabajaba en el jardín comenzó a cernirse sobre mi, ahora en todo momento.

Fue entonces que aparecieron lo sueños.

No recuerdo exactamente cuando empezaron, pero sé que debió ser a principios de marzo. Los sueños, o quizá debería llamarlos pesadillas, comenzaban siempre de la misma manera: un par de lobos frente a mí, nada a mi alrededor, sólo oscuridad, o más bien vacío, una sensación de soledad abrumadora que aún hoy, cuando vienen esos recuerdos a mi mente, pueden causarme un escalofrío. Yo no temía a los lobos, transmitían dentro de lo que cabe, seguridad. Trataba entonces de acercarme a ellos y estos corrían, guiaban el camino en lo que ahora era un bosque. Las ramas de los árboles eran como brazos de almas en pena tratando de atraparme, de evitar que diera alcance a mis guías. Perdía de vista a los lobos, pero curiosamente yo sabía ya el camino y el destino: un claro en el bosque, iluminado débilmente por la poca luz de luna que lograba rasgar las cerradas nubes en el cielo. El bosque a mis espaldas lloraba y lamentaba mi nombre, en el centro del claro se erguía ominosamente un árbol seco, lleno de nudos y enfermedad, garras torcidas hacia el cielo maldiciendo a las estrellas ocultas y sordas a sus súplicas, al pie de éste se encuentra una pequeña hendidura, en mi mano la llave de plata, y entonces despierto, un terrible dolor en el pecho me obliga a cobrar conciencia.

Verónica comenzó a preocuparse cuando le platique sobre el sueño y el dolor del que venía acompañado, y cuando éste se volvió más intenso ella me pidió que asistiera con el doctor Reyes, la más renombrada autoridad en medicina y en nuestra ciudad.

Tras los estudios y entrevistas de rutina, el doctor desestimó nuestras preocupaciones y atribuyó todo a la presión y preocupación, quizá del trabajo, quizá de mi próxima paternidad. Los sueños continuaron durante un par de semanas y el dolor jamás desapareció, pero pretendía que era menor para no alarmar más a mi esposa. A mediados de marzo tuve la ultima pesadilla y cuando desperté me encontraba en el jardín de la mansión, pasada la media noche y en ropa de dormir, cuando recobre total conciencia miré directamente al bosque frente a mí y el brillo de un par de ojos amarillos pareció relucir entre la neblina y la oscuridad de una noche sin luna...

martes, 19 de marzo de 2013

.:. Ataduras II .:.

Pasaron dos semanas de intenso trabajo entre mis empleados y yo hasta que el bello jardín de la mansión llegó a satisfacer mis caprichos; pero la sensación de ser observado desde el denso bosque jamás aminoró ni un poco. Para ese entonces notaba que mi tío me observaba con inquietud, pero siempre desestimé cualquier atención que el sugería, alegando siempre que el trabajo bajo el sol era sobrecogedor y me causaba un ligero malestar.

Fue por fin a mediados del mes de febrero que nuestro hogar había recuperado su presencia y estatus del que era digno, naturalmente ofrecimos un festejo para anunciar el regreso triunfal de la familia y del próspero legado que Verónica y yo forjaríamos.

El día de la celebración llegó y fue un éxito rotundo, familiares, amigos y distinguidos personajes locales nos acompañaron durante toda la noche, incluso el periódico local se presentó ya iniciada la velada. Durante la cena Verónica nos dejó sin aliento al anunciar sorpresivamente la noticia de su embarazo. Fue el momento más feliz de mi vida.

Después de la cena y de recibir las felicitaciones de todos los presentes, me escabullí a la biblioteca para servirme un trago, necesitaba algo más fuerte de lo que servíamos a los invitados. Entonces me di cuenta que alguien había estado siguiendome, al saberse notado, rápidamente el caballero se presentó: Carlos Sierra, el director de la biblioteca de la ciudad. Alto, aproximadamente dos metros de estatura, muy delgado y canoso, nariz y orejas pequeñas y bolsas bajo los ojos demasiado pronunciadas. Tardé un poco en reconocerlo, pero después recordé haberlo visto en las reuniones que ofrecía mi padre cada fin de mes con sus amigos más cercanos.

El señor Sierra me extendió sus condolencias por la muerte de mis padres y también se extraño que después del incidente, mi tío me llevase lejos de la ciudad tan abruptamente, pues mi padre le había pedido al señor Sierra que me entregara un paquete en caso de que algo les ocurriese a él o a mi madre. Fue entonces cuando me entregó un pequeño sobre sellado con la insignia familiar, me exhortó a no abrirlo de inmediato y sobre todos, que cuando lo abriese lo hiciera solo.

Casi de inmediato Verónica se asomó por el corredor y corrió hacia nosotros, se excuso con nuestro invitado y me llevó al salón donde todo el mundo se encontraban buscandome para despedirse.

Durante la madrugada, ya a solas en la biblioteca, abrí el sobre donde encontré una llave de plata muy antigua y bastante gastada. Lo más distinguible de ella era el signo que poseía: Cauda Draconis.

martes, 21 de agosto de 2012

.:. Ataduras I .:.

Mi nombre es Rafael Lamar, y escribo esto para dejar en claro que, a pesar de lo que se piensa de mi persona en estos momentos, sigo manteniendo mi cordura y la mantendré hasta el final de estas líneas, que seguramente será lo último que se sepa de mi.

He decidido también que debo dilucidar los sucesos que han ocurrido en las semanas pasadas, pues estoy de acuerdo que mi comportamiento errático y sincretista ha conducido a las habladurías que de mí se alimentan. Y debo también pedir perdón a aquellos a quienes he lastimado directa o indirectamente, en mi búsqueda para satisfacer mi curiosidad muchos han sido afectados en mayor o menor grado.

Siempre amaré a mi querida esposa Verónica, y puedo asegurar que la cuidaré desde donde sea que me encuentre.

Todo comenzó cuando después de 15 años de lo que parecía una batalla legal interminable pude recuperar la mansión de mis padres que me fue arrebatada cuando desaparecieron de la misma, una noche de tormenta sin precedentes en la ciudad. Mi tío, el señor Jesús Noriega, un excelente abogado y tutor legal desde aquél entonces, logró obtener el derecho sobre la mansión y de inmediato arreglo los papeles para que yo y Verónica, con quien recién me había desposado, pudiéramos trasladarnos a ella.

La mansión era una pieza única con grandes influencias de la arquitectura del siglo XVIII. Un capricho de mi bisabuela paterna otorgado por su padre quien la obligó a casarse y mudarse de su querida Francia hasta este continente para ampliar los negocios familiares tan prósperos que habían logrado. Tres plantas, seis habitaciones, una biblioteca, una cocina con bodega subterránea, un salón y un jardín enorme con pozo de agua era lo más destacado de la construcción.

Un año más tarde, a mediados de enero, los obreros terminaron de realizar las reparaciones pertinentes para que la mansión fuese habitable nuevamente y la tarde del 2 de febrero, pude por fin regresar a lo que conocía como mi hogar.

Debido a que mi tío no vivía en el ciudad fue bienvenido a pasar todo el tiempo que necesitara para ordenar los asuntos burocráticos necesarios.

Una de mis grandes pasiones siempre fue la jardinería y después de adecuar la casa y restaurar los estragos del tiempo, me di a la tarea de llevar al jardín a su esplendor de antaño. Tomé toda la herramienta que iba a necesitar para la labor y la coloqué justo al lado del pozo de agua que estaba en el centro del jardín, que se encontraba rodeado de lozas que volvían el lugar una pequeña placita con dos bancas de hierro algo oxidadas y un conjunto de caminos que se dispersaban por el lugar. Un camino en particular iba en dirección al bosque que colindaba con el terreno; fue entonces cuando sentí una sensación de pesadez que de alguna forma generaba en mi una sensación de apuro, una sensación pastosa, una sensación de ser observado.

Ojalá no hubiese prestado atención...

lunes, 20 de agosto de 2012

De noche .: IV :.

El sonido de los disparos me volvió a la realidad. Doy una patada y luego otra en la cara a medio deshacer de esa "mujer" y me pongo de pie, Erika me toma del brazo y me jala hacia ella.

-Tendras que tener más cuidado, Carlos y Ben han ido al piso donde vimos las luces para ver si hay alguien a quien ayudar, nosotros nos quedaremos aquí y mantendremos a raya a los zombies que aparezcan. El sonido de los disparos seguramente los atraerá hasta acá en cualquier momento
-Si de acuerdo, perdón... E... Estaré más atento- Sacó la pistola de mi mochila, quito el seguro y volteo hacia la la entrada al complejo de edificios -Creo que escucho algo...

El sonido era apenas audible en un principio, como un quejido ahogado, ahora el arrastre de pies a la hora de andar se escucha más cerca y es cuando los veo. Las sombras proyectadas hacia el centro urbano comienzan a aparecer tambaleando.

La distribución de los edificios hacía que los disparos retumbaran con una fuerza impresionante que me helaba la sangre al principio. Los zombies no dejaban de llegar y con ello íbamos perdiendo terreno. De pronto una sombra cruzó rápidamente por entre las piernas de los muertos vivientes, estaba escalando la pared con una agilidad asombrosa; una mirada mas detallada y ahora lo identifico: es un niño. La criatura gira la cabeza 180º y  brinca en dirección a Erika, doy tres disparos acertando solo el primero y el último, el ser cae tendido en el suelo y se arrastra un poco fuera del rango de mi visión. Erika voltea a verme y me asiente a modo de agradecimiento.

-Tendremos que ir a las escaleras para el segundo piso, quizá ahí podremos tener alguna ventaja táctica-

Justo daba la vuelta Erika para correr a las escaleras el niño-zombie se lanzó sobre ella. Empiezan a forcejear y trato de separarlos, pero veo a pocos metros de mi un par de zombies que se abalanzan sobre nosotros, doy dos disparos en la cabeza a uno y cae al piso mientras al segundo trato de empujarlo pero no alcanzo a hacerlo retroceder, vuelvo a jalar el gatillo pero el arma esta vacía. Los gritos de Erika me hacen intentarlo de nuevo y consigo que el zombie caiga de espaldas. Vuelvo con Erika que ahora esta tirada en el suelo tratando de alejar al niño-zombie de su cara y de una patada mando a cinco metro a la criatura. Bañada en sangre, veo a Erika, le falta media oreja derecha y sus ojos están inyectados en sangre por el esfuerzo y las heridas recibidas, trata de decirme algo, pero solo logra toser sangre; al verla bien lo entiendo, un fierro de barandal se le ha clavado cuando cayó al suelo mientras lidiaba con el niño. Con el dorso de su mano me acaricia la mejilla y veo lágrimas enjuagar la sangre que cubre su rostro, apunta hacia las escaleras y luego comienza a convulsionar y a escupir mas sangre. Me levanto y veo que el zombie que empuje se ha puesto de pie nuevamente y viene hacia mi. Tomo la 9mm de Erika y corro a las escaleras, en la oficina del guardia de seguridad veo un escritorio y ahora lo pongo como una especie de barricada en la entrada de las escaleras.

Corro hasta el cuarto piso de donde provenían las luces que vimos al entrar. Las puertas de varios departamentos están derrumbadas y se ven objetos tirados por los corredores. Que curioso, escucho las voces de Carlos y Ben, pero muy lejos, me asomo por el pasillo hacía afuera del conjunto habitacional y los veo en el Jeep, el cual están cargando de maletas y objetos electrónicos. Hago señas y Carlos logra verme, termina de fumar su cigarro, me hace un gesto de despedida con la mano y suben al Jeep, arrancan y desaparecen entre las calles.

De nuevo estoy solo.

martes, 12 de junio de 2012

De noche .: III :.

// HELICÓPTEROS DE RESCATE SALDRÁN DE LOS CAMPOS DE ENTRENAMIENTO DE LA UNIVERSIDAD MISKATONIC A LAS 0030 HORAS, REPITO HELICÓPTEROS... //

Tengo aproximadamente una hora y media para llegar al punto de reunión, saco de mi mochila mi iPod y reviso en la aplicación de mapas la distancia de donde me encuentro hasta la Universidad. Tiempo estimado andando a pie: una hora.

Con forme me acerco mas al centro de la ciudad el panorama se ve mas desolado. Veo más pertenencias tiradas por doquier y autos abandonados a mitad de la calle. Un Jeep a lo lejos enciende sus luces y comienza a andar en dirección hacia mi. Trato de ocultarme entre los autos apilados en la acera pero se que me han visto, palpo en mi mochila y siento la pistola

-Hey, ¿Estas bien?- Es la voz de una mujer la que se escucha primero. En el fondo logro distinguir una conversación entre dos varones.

Aun con miedo decido salir, pero tengo mi mano oculta dentro de la mochila sujetando la pistola. Quien me recibe es una chica de aproximadamente 25 años, pantalon de mezclilla azul claro, una blusa roja y un cardigan negro a medio abotonar, detrás de ella, portando fusiles de asalto que no logro identificar están dos hombres, uno en el Jeep y el otro de un brinco queda de pie en la avenida.

-No buscamos problemas, estamos buscando sobrevivientes para llevarlos a la Universidad. Ven con nosotros- La chica me tiende la mano a modo de saludo, estrechamos las manos y con un gesto me indica que suba al auto.

Erika, quien es estudiante de medicina en la Universidad de Miskatonic me ponía al tanto de la situación. Me decía que un ataque bioterrorista se había realizado en el centro de la ciudad creando una mutación en algunas personas conviertiendolas en zombies. Así, tan imposible como suena, me lo dijo con una serenidad que no compartí. Carlos y Ben eran policias que ayudaban a Erika en su causa, el primero parece tener mas de 30 y el segundo parece de la edad de Erika, ambos estaban de guardia rondando la Universidad cuando se dio el brote zombie, cuando encontraron a Erika y les comentó su idea de salvar gente por la ciudad decidieron ayudarla.

Llegamos a un conjunto departamental donde en el cuarto piso, una habitación se iluminaba y se apagaba de una manera en la que todos percibíamos no se trataba de un falso contacto.

El lugar parece una zona de guerra, en total son 20 edificios de 6 pisos distribuídos en grupos de 5, conectados por varios corredores y en el centro un parque central. La mayoría de las ventanas rotas dejan ondeando las cortinas de los departamentos, la limitada iluminación del alumbrado público nos permite entre ver, manchas de sangre que se arrastraban por toda la entrada y el parque central del complejo habitacional. Carlos aparca el Jeep a unos metro de la entrada y bajamos los cuatro. No he soltado aún la pistola dentro de mi mochila, y el ambiente tan sombrío me ha empezado a calar en los huesos, avanzamos con cuidado viendo cada sombra a nuestro paso, tratando de estar alerta a cualquier sorpresa. Entramos por la entrada oeste, entre el bloque 3 y 4, la habitación que vimos se encontraba en el edificio 16, el primero de este último.

Un grito interrumpe el silencio que reinaba en la noche, Carlos y Ben corren por las escaleras del edificio 16, yo empiezo a correr tras de ellos pero me tropiezo con algo que no logré distinguir. De hecho mas que tropezarme fue como si me jalara. Caigo sobre mi costado izquierdo y trato de ponerme de pie, pero al reaccionar, veo a un par de metros el motivo que me hizo caer. Es una mujer, cabeza destrozada, al parecer cayó de cabeza desde algún piso del edificio 16, y sin embargo la veo temblar...

viernes, 8 de junio de 2012

De noche .: II :.

Mi auto se encontraba a 20 metros de donde me había estacionado, un autobus de ruta había impactado la parte frontal izquierda y me arrastro por la avenida hasta que me detuvo un paradero de autobuses. Tome mi mochila tipo messenger bag del automóvil y guarde en ella una linterna, un destornillador y los cigarros que tenia en la guantera, me enciendo un cigarro y me pongo a contemplar el paisaje. No se escucha a nadie ni nada, tanto la acera como la avenida están desiertas, solo algunos carros mal estacionados estorban el camino. Unas pequeñas sombras se distinguen en el pavimento, ahora que el poco alumbrado aún en funcionamiento me permite ver mejor, distingo que son zapatos, bolsas, incluso prendas de vestir que parecen haber sido arrancadas.

Ahora que mis ojos están mas adecuados a la poca luz y me siento menos desorientado también me doy cuenta de que algunos negocios parece que han sido robados, los grandes ventanales en donde exponen sus productos y las puertas de vidrio han sido destruidas. Llego a la farmacia en donde había estacionado mi auto en un principio y al notar que la puerta está entreabierta me asomo con precaución. No escucho ningún sonido y esta en completa oscuridad, con mi linterna me ilumino el camino entre las sillas de espera que están regadas en el suelo, el lugar también a sido saqueado, justo pensaba en dar la vuelta he irme, pero creo que vi algo al fondo del pasillo, del otro lado del mostrador. Las paredes están tapizadas de anuncios ofreciendo sus medicamentos, pero con el brillo de mi lampara los rostros de los modelos y los materiales brillantes crean reflejos y sombras que me ponen más nervioso de lo que me gustaría estar. Piso un trozo de vidrio y el sonido hace eco en el cuarto donde me encuentro, entonces escucho un ligero movimiento que viene detrás de un estante, me acerco un poco y de pronto un hombre se me lanza encima y comienza a darme golpes primero en la cara y luego en el pecho, caigo de rodillas y lo veo levantar una silla para asestar un golpe final, es cuando esta distraído que logro clavarle el destornillador en el vientre, una, dos, tres, cuatro veces. El hombre deja lo que estaba haciendo y comienza a tambalearse mientras da unos pasos hacia atras, se lleva una mano justo donde las heridas están borboteando sangre, tropieza y cae de espaldas, aún tratando de alejarse de mi

-Pe... Perdón- Quiero decirle mas cosas, quiero preguntarle muchas más, pero mi cabeza no alcanza a procesar mas que esas dos sílabas hasta que pierden el sentido. La luz de la lámpara que dejé caer al momento del ataque da directamente en su cara, y a cada segundo que pasa se puede notar que una niebla densa opaca sus ojos hasta que el brillo en ellos es totalmente artificial

Quizá pasaron cinco minutos hasta que volví en mí, estaba absorto viendo el cadaver que yacía en el suelo hasta que una corriente de aire entro por una ventana rota y me dio un escalofrío. Tomo una cortina y cubro el cuerpo de mi agresor, reviso su mochila y agarro las cosas que el había robado: un par de vendas, jeringas, analgésicos, antibióticos y una pistola automática cargada con cinco balas. Sigo mis propios pasos y salgo de la farmacia, en estos 15 minutos me ha quedado claro que si quiero sobrevivir por lo menos esta noche no puedo titubear ni un segundo.

jueves, 7 de junio de 2012

De noche .: I :.

El ligero sentido de conciencia me hace percatar que ya estoy despierto. En total oscuridad puedo sentir que el lugar en el que me encuentro es demasiado pequeño, justo mi cerebro despierta y hace una espantosa conclusión: Estas en un ataúd. Comienzo a golpear lo que considero es la tapa del féretro y el sonido que genera es mas bien metálico y sonoro, con lo cual deduzco que no estoy enterrado vivo. Unos golpes más y escucho como el mecanismo va cediendo hasta que se abre de par en par la cajuela donde me encontraba. Logro salir y ya con los pies sobre el suelo siento tambalearme pero recupero el equilibrio, veo mi reloj de pulsera 22:43, apenas hay un poco de luz en la calle. Levanto la mirada hacia el centro de la ciudad y entonces recuerdo que ha pasado.

El Apocalipsis zombie se ha desatado.

Solo unas cuantas luminarias siguen encendidas, el horizonte de la ciudad son manchas oscuras sobre un cielo ensimismado, sucio. Recuerdo un incendio sobre Main y Parson Av. Era un teatro justo en el centro de la ciudad, donde iba a encontrarme con mis amigos de la universidad, las noticias de la radio confirmaban que había sido un incendio provocado por los mismo empleados del teatro quienes aseguraban que "lo que había ahi ya no eran seres humanos". Recibí una llamada de Brenda quien se encontraba ya en el punto de reunion y me pedía que me apresurara, que por favor la recogiera y la llevara a su casa, estaba muy asustada pues había presenciado como sacaban cadáveres del vestíbulo y algunos no parecían haber muerto por las llamas. Parecía, según ella, que les habían arrancado la cara y el cuello a mordidas. Se cortó la comunicación. Mi teléfono celular se quedo sin señal y paré mi auto frente a una farmacia, apagué y prendí el aparato pero nada funciono. Encendí de nuevo el auto y justo cuando me disponía a arrancar un convoy del ejército paso a toda velocidad por la avenida y luego el sonido de un par de helicópteros pasando por encima de mi auto me hizo entrar en un estado angustia. Abrí la cajuela de mi auto y saqué una linterna, pero antes de cerrar comencé a escuchar disparos que provenían por donde el convoy militar se dirigía. De pronto a lo lejos, por la calle en la que me encontraba, logré ver una multitud de gente que se acercaba hacia donde estaba, curiosamente algunas siluetas parecían arrastrarse o incluso hasta aún estar en llamas. Por miedo (o por estupidez) me metí en la cajuela de mi auto, sabía que había una manera de salir de ahí por un conducto que atravesaba los asientos de la parte trasera. Cuando la gente estaba más cerca podía escuchar gritos de terror, y otros gritos que parecían proceder de animales salvajes. Lo último que recuerdo es el sonido de llantas de lo que creí, era un autobus, tratando de frenar y luego el impacto contra mi automóvil.